
RETRATO DE LABAN
Labán es descrito completamente, aunque de manera
casual, por Nefi, y es visto como el tipo y modelo exacto de una muy conocida
clase de funcionarios públicos del antiguo Medio Oriente. Todo acerca de él es
auténtico.
Labán de Jerusalén es la personificación del lado sórdido
del mundo de 600 A. de C. así como Lehi o Jeremías o Solón personifican el otro
lado. Con unos pocos hábiles y dicientes toques Nefi resucita al pomposo Labán
con perfección fotográfica – como solo lo pudo haber hecho uno que de hecho
conoció al hombre. Aprendemos de paso que Labán comandaba una guarnición de
cincuenta, que se reunió con “los ancianos de los judíos” vistiendo su completa
armadura ceremonial con el fin de hacer consultas secretas en la noche, que
tenía el control del tesoro, que formaba parte de la antigua aristocracia,
siendo un pariente lejano del mismísimo Lehi, que su casa era el depósito de
registros familiares muy antiguos, que era un hombre de talla grande, malgeniado,
astuto y peligroso, de trato cruel, codicioso, sin escrúpulos, débil,
vanaglorioso y dado a la bebida. Todo lo cual lo hace un “Rabu” de la vida, el típico
modelo del Pasha del Medio Oriente.
Por otro lado, se debe admitir con toda justicia que
bajo los estándares de su sociedad decadente, Laban fue un hombre exitoso. De
ninguna manera fue un villano incompetente – y eso hace más que nada el relato
de Nefi supremamente plausible. Laban se había elevado hasta la cima dentro de
un sistema altamente competitivo en el cual la numerosa descendencia de una
antigua familia aristocrática como la suya debe haberle apuntado al cargo que
el tenia y muchos advenedizos intrigantes deben haber hecho todo el esfuerzo posible
para bajarlo de la escalera que todos estaban tratando de escalar. Laban era activo
y patriota, atendiendo reuniones de comité a cualquier hora de la noche; era
sagaz y rápido, reconociendo sus derechos con prontitud y aprovechando la oportunidad
para confiscar los bienes con los cuales Nefi y sus hermanos intentaron
sobornarlo – un funcionario público. Los jóvenes querían algunos registros
familiares en su poder. Tenían gran necesidad de ellos pero no le dirían para
que los necesitaban. Estaban dispuestos a pagar lo que fuera por tenerlos.
Obviamente había algo turbio en el asunto desde el punto de vista de Laban. Está
bien, el podía mantener la boca cerrada, pero sería buen negocio dejar que se
llevaran las planchas a cambio de nada? Además de sus otras calificaciones Labán era una figura impresionante de hombre – no era un hombre al que se le podía
intimidar, o que podía ser burlado, al que se le podía usar o con el que se podía
jugar – era todo un ejecutivo. Y sin embargo sabía muy bien como relajarse y
emborracharse con los muchachos por la noche.”
Y borracho fue que Nefi lo encontró y lo despacho.
LA MUERTE DE LABAN
“Con gran resistencia, pero urgido de manera
persistente por “la voz del Espíritu” (1
Nefi 4:18), Nefi tomó la espada de Labán y le cortó la cabeza con la misma.
Este episodio es visto con horror e incredulidad por gente que recientemente
aprobó y aplaudió la menos misericordiosa matanza de mucho más inocentes
hombres en las islas del Pacífico. Samul ibn Adiyt, el poeta judío más famoso
de Arabia en tiempos antiguos, ganó fama inmortal en el Este al permitir que su
hijo fuera cruelmente condenado a muerte delante de sus ojos en lugar de
renunciar a una costosa armadura que le había sido confiada a su cuidado por un
amigo.1 La historia, verdadera o no,
es un recordatorio de que los estándares orientales y occidentales no son los
mismos, y que la insensibilidad de los Americanos con respecto a muchos
aspectos de las relaciones personales ofenderían a los árabes mucho más de lo
que nos alarma la de ellos.
Aquellos que califican de inmoral e increíble la
historia de Labán en el Libro de Mormón están lanzando juicios precipitados a
uno de los episodios más convincentes de todo el libro.
El Libro de Mormón no se limita a historias dulces y
agradables como tampoco la Biblia; en su mayoría es una historia triste y
dolorosa de la locura humana. Sin embargo, nadie parece más perturbado por el
fallecimiento de Labán que el mismo Nefi, quien hace grandes esfuerzos para
explicar su posición (1 Nefi 4:10-18).
Primero que todo fue “constreñido por el Espíritu del Señor” para matar a Labán,
pero en su corazón se dijo a si mismo que nunca había derramado sangre humana y
la idea lo enfermo: “Y me sobrecogí y desee no tener que matarlo” 1 Nefi 4:10).
El Espíritu le habló nuevamente, y a sus susurros Nefi agrega sus propios razonamientos:
Y yo también sabía que había intentado quitarme la
vida, y que él no quería escuchar los mandamientos del Señor; y además, se había apoderado de
nuestros bienes (1 Nefi 4:11).
Pero aún esto
no fue suficiente; el Espíritu habló otra vez, explicando las razones del Señor
asegurándole a Nefi que estaba haciendo
lo correcto; a lo cual Nefi añade más de sus propios argumentos, recordando que
su pueblo solamente prosperaría guardando los mandamientos del Señor:
Si, y también consideré que no podrían guardar los
mandamientos… a menos que tuvieran esa ley (1 Nefi 4:15; itálicas añadidas),
la cual el peligroso y criminal Labán les impedía
tener.
(1 Nefi 4:17-18).
Por fin, y con gran reticencia, Nefi hizo lo que se le
mandó. Si el Libro de Mormón fuera una obra de ficción, nada hubiera sido más fácil
que escribir que Labán estaba ya muerto cuando Nefi lo encontró (muerto quizá
en una riña de borrachos) o simplemente omitir completamente un episodio que
incomoda al escritor tanto como al lector, aunque el asesinato de Labán no es
más reprochable que el degollamiento de Goliat cuando estaba inconsciente.”
1. Carl Brockelmann,
Geschichte der arabischen Litteratur, (Leipzig: Amelangs, 1901), 34.
Extracto de Lehi in the
Desert – The World of the Jaredites – There Were Jaredites por Hugh Nibley.
Traducción libre hecha por Enrique Pulido. No aprobada
o patrocinada por FARMS, Deseret Book ni por Nibley LLC.

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